Thursday, July 31, 2008

HISTORIAS DEL PAÍS INVISIBLE, UN REPORTAJE DESDE EL PARQUE DE LA 93

Foto tomada de: http://www.surimages.com/

Ella se llama María, o eso dice, el se llama Fernando, María es de algún lugar del departamento de Antioquia, Fernando viene del llano, de Casanare. ¿Si esta no es una historia de amor, como es posible que ellos, dos Colombianos de distintas latitudes , estén puestos en una misma historia?. Empezamos por celebrar que este es un país de contrastes, aquí tenemos dos océanos, desiertos, selvas, cubres sembradas de nieve y fuego. María es lo que se podría definir como el orgullo de la raza negra de este país, una mujer recia con rasgos afilados y mirada perdida, dice pocas palabras, nunca mas allá de las necesarias, responde preguntando, habla de frente, su vida le ha quitado los tapujos. Fernando por otro lado es un llanero de armas tomar, hombre de muchas palabras, mucho que decir, se niega a ser invisible en un país en donde todo lo que es periferia, vive en el olvido y el silencio. Esta historia tiene millones de protagonistas, aproximadamente entre 2 y 3 millones de acuerdo a los reportes de las ONG; el capítulo de hoy no recogió más de cien, encerrados detrás de una cadena mientras el policía encargado dice que es “por su seguridad”.

Colombia si es un país de contrastes, en un espacio de 15 metros cuadrados (que es el lugar donde los tiene contenidos) Fernando me cuenta que se pueden encontrar personas de todos los rincones del país, desde los más pequeños hasta los más grandes; en ese espacio ínfimo y paupérrimo está representada la nobleza, el sufrimiento y la diversidad racial y personal de Colombia. El llego desplazado del Casanare, de donde el conflicto y la muerte lo sacaron corriendo hace algunos meses; si las cifras del gobierno son correctas, y si el proceso con los paramilitares fue tan exitoso, se podría esperar que los desplazados cuenten historias de años, el llego en diciembre, una prueba más de que el conflicto del país sigue despedazando las zonas rurales del país y que el fenómeno del desplazamiento sigue tan vivo como antes. Fernando es el vocero del grupo de desplazados que esta mañana se asentaron en las cercanías del parque de la 93 en Bogotá, llegaron desde las 7 de la mañana y se piensan quedar lo que toque, aunque en el fondo saben muy bien que solo se van a quedar con un sinfín de promesas.

Las historias de dolor para ellos quedan en el pasado, aunque en sus ojos y sus palabras, como es el caso de María, aun se imprima el sentimiento de aquellos días, cuando entre balas y sangre tuvieron que abandonar sus hogares sin más, y quedar como fantasmas, flotando invisibles en la realidad política y social del país. El fenómeno del desplazamiento no es viejo en Colombia, sin embargo y de acuerdo a los datos, este es un país con una de las cifras más altas al respecto, solo igualado por países de África, cabe anotar, que en los dos casos, los más afectados resultan siendo aquellos de minorías raciales y culturales. La violencia se vio recrudecida desde principios de los años 90, cuando aparecieron con fuerza los paramilitares en diversas regiones del país como Choco, el Magdalena medio, Uraba y los Llanos. La metodología paramilitar consistía en copar militar y socialmente las zonas de influencia, así fuera masacrando poblaciones enteras bajo el supuesto de que eran colaboradores de la guerrilla. El desplazamiento se vio acentuado ya que el dominio de las zonas incluía un dominio económico, representado en la toma de tierras de campesinos quienes eran obligados a dejar sus casas, tierras que pasaban a hacer parte de latifundios paramilitares, o pasaban a ser propiedad de prósperos empresarios, que hicieron su fortuna a costa de inocentes.

El desplazamiento es definido por la ONU, como un fenómeno en el cual los actores armados de un conflicto generan el movimiento masivo de poblaciones, grupos sociales o grupos étnicos, con fines de dominio territorial, ya sea por recursos o por su situación estratégica. La triangulación Estado-Paramilitares-Empresarios que se dio en las últimas dos décadas es el ejemplo de lo que es un desplazamiento con fines estratégicos y de recursos, fueron copados violentamente territorios enteros de los llanos y las selvas del Choco, zonas que después fueron a parar a manos de empresarios, particularmente palmeros, que con la ayuda de sectores gubernamentales facilitaron la instalación de grandes extensiones de palmas en las tierras de los campesinos desplazados.

María es de Antioquia, no dice mas, si se le pregunta de donde es, dice que es Colombiana, y que eso es lo único que le importa; no quiere hablar de su historia, ni de cómo termino en Bogotá, ni de su esposo ni de sus hijas; que la acompañan en sus correrías y la miran pidiendo aprobación, cada vez que se les pregunta algo. Su almuerzo es agua panela con arroz y chicharrón; Cristina, el nombre de la menor, dice que le gustaría quedarse en Bogotá, María no responde, ante vivía en una zona bendecida en donde la tierra daba de todo, y se podía sembrar y vivir de lo que se recogía. El primer momento en que me le acerque no quiso hablar conmigo, “de que me sirve, si hablar con ustedes no me va solucionar los problemas”. Hablar por hablar no es una costumbre que María tenga, quizá ya perdió la fe, dice que los periodistas no sirven para nada, y en cuanto al fenómeno del desplazamiento los medios en Colombia han sido indulgentes, olvidando que son 5 millones de personas sin oportunidades de aspirar a algo mejor.

Ella me pregunta ¿de quién es la culpa de la situación del país? ¿Del presidente?, María todavía pregunta, como una niña, con un cierto grado de cinismo, la respuesta la tiene ella en el fondo, y se revela cuando mira a los policías que los tienen acorralados detrás de las cadenas de una zona de parqueo; todos han venido con uniformes, todos han venido con promesas, todos hablan de ellos, nadie sabe que existen. Cuando llego a Bogotá, no dice hace cuanto, llego arrumada con sus dos hijas, buscando un porvenir en estas tierras que aun se antojan lejanas y ajenas, las dos niñas ya están estudiando, lo único que María quiere para ellas. ¿Cómo conoció ella al resto de los desplazados de su grupo? ¿Impulsados por alguna ONG, a través de algún programa del gobierno? “Es como con los periodistas, uno se entera, después llama a otro y a otro y así se juntan todos” Se podría decir que las dinámicas de organización de los desplazados funcionan de forma espontanea, se siente en el aire una forma de identificación con aquellos que han sufrido, un deseo grupal de salir todos de esa olla de las que nadie los ha querido ayudar a salir.

¿Qué quieren? Le pregunto a Fernando, el se limita a responder que lo mismo que cualquier ciudadano, garantías de vida y derechos dentro del sistema constitucional de la nación, ayudas, subsidios, pero más aun, la posibilidad de retomar sus días como personas y seres humanos. Siempre ha existido en Colombia (en particular en las clases altas) la percepción de que el desplazado lo que quiere es que el Estado lo mantenga, cuando en sus palabras no se muestra más que el deseo de independencia que guardamos todas las personas; por su lado el gobierno se limita a darles una mensualidad, ridícula además de todo. La única garantía de trabajo (que es lo que quieren hacer) que les ofrece el gobierno es ser empleados eternos y maltratados de los grandes latifundios corporativos, que los van a poner a labrar la tierra que con ayuda de los paramilitares les quitaron.

¿Por qué este lugar? ¿Por qué el parque de la 93? Fernando sabe que es allí donde se concentra una gran cantidad de las riquezas de este país, acá el 90% se lo quedan un 5% de la población. Fernando también sabe que en un lugar tan emblemático para ciertas clases sociales, el gobierno reacciona, la 93 es un lugar visitado por extranjeros y grandes empresarios, los desplazados son como la mancha o el roto en el pantalón, toca esconderlos si queremos vender la ilusión de que todo va por buen camino.

Hoy Jueves 31 de julio de 2008, un grupo de al menos 100 desplazados llegaron a la zona conocida como el parque de la 93; antes de poder llegar a su destino fuerza policiales los detuvieron y contuvieron en lo que parecía ser una prisión improvisada, de acuerdo al comandante de la policía, era “por su propia seguridad”. ¿Seguridad de que? Si cuando María intento buscar un baño para su hija no la dejaron pasar, ¿seguridad de los dueños de los sitios? Que no quisieron dejarla entrar por orden expresa de la policía. ¿Seguridad a quien? Si de acuerdo al testimonio recogido la policía se lamento de que hubieran ido niños, porque así no podían maltratar a todo el grupo.

Este, si es un país de contrastes, es una sensación particular estar sentado con aquellos que lo han perdido todo, mientras a centímetros pasan también “colombianos” que miran despreocupados y ajenos, como si lo que sucediera con estas personas fuera una realidad aparte. Dicen los psicólogos que para desentenderse de los problemas de un similar, hay que verlo como un subhumano; eso es lo que se puede leer en las miradas de las personas que pasaban por la 93, un desdén palpable hacia los desplazados, un deseo de no encontrarlos allá, “ensuciando” las “mejores” calles de Bogotá. En Colombia existen dos países, un país visible, de medios, de show, una espectacular ridiculez de Colombia es pasión. Existe también un país invisible, una forma de hipocresía que nos acecha a aquellos que podemos comer tres veces al día, nos empeñamos en hacer oídos sordos a lo que pasa, al sufrimiento ajeno, preferimos verlos como pobres diablos, para así evitar el hecho, cierto, de que en esta país, son las practicas cotidianas las que nos tienen como estamos.

Recalco una y otra vez una frase que para mí es clásica “Uribe y lo que está pasando en el país es lo mejor para nosotros” ¿Quiénes somos nosotros? ¿Cuántos somos nosotros? María lo sabe muy bien, porque ella lo ha vivido en carne propia, mas allá de las preguntas que pude no pude haber hecho hoy, la mejor pregunta fue la que hizo ella, es la realidad a la que prefiero apegarme. La situación del país es la mejor solo para algunos, que con cierto desdén me atrevo a decir, son ellos los que más aportan al conflicto de este país. No es solo el accionar violento de algunos, es la misma pasividad voluntaria en la que nos sumergimos, el hecho de no poder pensar mas allá de nuestros propios pies, que tienen la fortuna de siempre tener un par de zapatos puestos. Mientras tanto podemos seguir así, pensando que esto que está pasando es lo mejor para nosotros, encerrados en nuestras lógicas interesadas y egoístas.

Mientras termino de escribir esto Fernando y María probablemente sigan sentados allá, entre el frio y la lluvia que se avecina; Fernando sabe que le van a prometer, como el papa que le promete al hijo algo solo para quitárselo de encima, María hace silencio, espera, sabe que nada va a pasar, que el gobierno siempre dice, pero nunca hace. Ellos son solo dos rostros más del país invisible.

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